Procesos socio-territoriales y reproducción social de las familias de ámbitos periurbanos: un acercamiento a la estructura social de Ministro Rivadavia / Julián Wolpowicz

Las presentes notas forman parte de un proceso de acercamiento teórico y metodológico al estudio de las configuraciones familiares, las inserciones laborales y las trayectorias residenciales de las familias de ámbitos periurbanos de la Región Metropolitana de Buenos Aires (RMBA). Creemos que los procesos de reproducción social de las familias de los espacios periurbanos -concebidos como transicionales, de borde, periféricos- no pueden ser pensados por fuera de los procesos de reproducción y diferenciación de la clase trabajadora en general. A su vez, presentan atributos específicos en relación a las configuracionesy organización de las economías familiares, los tipos de usos del suelo y la condición de ocupación del espacio. En este sentido, en este breve texto nos proponemos caracterizar algunos debates sobre la especificidad del desarrollo capitalista latinoamericano y las discusiones sobre la marginalidad, con particular énfasis en aquellas producciones que buscan entrelazar los estudios socioterritoriales con las problemáticas de reproducción social. A modo de estudio de caso, presentamos algunas ideas e hipótesis de trabajo para el estudio de la estructura social en el periurbano rural de Ministro Rivadavia (MR), en el Partido de Almirante Brown (PAB).

En el capitalismo contemporáneo ha operado mundialmente un proceso complejo y contradictorio hacia el interior de la clase trabajadora (Antunes, 2003). Mientras un sector más “intelectualizado” supervisa la producción, un importante segmento fue desespecializado en sus tareas y precarizado en las formas de contratación laboral(Cazón, F; Kennedy, D. y Lastra, F., 2016). En este contexto de fragmentación y heterogenización, hacia las décadas de 1960/70 surgen enfoques interpretativos que indagan lasespecificidadesde los mercados de trabajo latinoamericanos –caracterizadas por relaciones laborales “atípicas”, con mayor diferenciación y segmentación a comparación de países europeos industrializados o Estados Unidos.

Por un lado, se desarrollarán los estudios sobre la “informalidad” vinculadas a las formaciones económicas “no avanzadas”. En una primera enunciación, el sector informal era considerado de subsistencia –dadas las limitaciones de las economías capitalistas periféricas. Posteriormente, otros autores  (Portes, Castells y Benton, 1989) se corrieron de las posturas dualistas de la estructura económica y plantearon la idea de complementariedad entre sectores formales e informales.  Por  otro lado, surgirán investigaciones sobre la “marginalidad” para dar cuenta de la segmentación radical en los mercados de trabajo en Latinoamérica.

Para el presente trabajo, nos interesa recuperar puntualmente los debates sobre la “marginalidad” y los procesos de diferenciación de la fuerza de trabajo (Germani, Nun, Quijano y otros).Como ocurre a menudo en las ciencias sociales el vocablo marginalidad se caracteriza por ser ambiguo y polisémico. Su surgimiento se enmarca en las relecturas de los efectos heterogéneos y desiguales del proceso de industrialización y desarrollo (por un lado, vinculadas a las teorías de la modernización/desarrollista; y la teoría de la dependencia, por el otro). En el contexto de los procesos de industrialización y urbanización[1] en la región se fue profundizando la diferenciación de la fuerza de trabajo, ampliándose las brechas entre “integrados” y “excluidos” al entramado productivo y social moderno.

Acordamos en pensar dos vertientes principales en los estudios de la marginalidad: la cultural y la económica-estructural (Delfino, A; 2012). Para la primera, las sociedades “subdesarrolladas” se caracterizan por la coexistencia de un sector moderno y otro tradicional. Este último constituye un sector marginal, con valores, actitudes y conductas que pertenecen a la etapa anterior. Para los pensadores identificados en la teoría de la modernización, (Gino Germani, como autor más destacado) la marginalidad constituye un estado. La integración no alcanzada en el proceso de desarrollo y participación se explica por prácticas económicas, sociales y culturales tradicionales que impiden la integración a las instituciones y valores modernos. En la otra perspectiva, desde una mirada económica-estructural, la marginalidad no será vista como un estado sino como un proceso(Cardoso, Quijano, Murmis y Nun, entre otros). El proceso de marginalización de amplias gamas de población latinoamericana se atribuye a las leyes de acumulación capitalista, que implica una creciente incapacidad del proceso de industrialización para absorber la fuerza de trabajo. Así, diferentes autores retomarán los planteos de Marx[2] para analizar la especificidad e historicidad de los mercados de trabajos latinoamericanos.

Dentro de esta vertiente, algunos autores (Nun, J; Murmis, M; Marín, J; 1968), afirmarán que se comienzan a generar sectores de la clase trabajadora que no son directamente intercambiables por el ejército en activo (así, no será suficiente con la distinción entre ejército de reserva y ejército en activo). Posteriormente, Nun profundiza y diferencia las nociones de Superpoblación Relativa, Ejército Industrial de Reserva y Masa Marginal[3]. Así, planteará el concepto de masa marginal, en alusión al segmento de la superpoblación obrera que no es funcional a las formas productivas hegemónicas, en relación al proceso de acumulación del sector que dirige la fase histórica (Nun, J., 1969). La población excesiva podría ser disfuncional, cuando la respuesta del sistema es la eliminación de la esta población; afuncional, si su existencia es superflua; o funcional, en tanto su subsistencia es condición necesaria para el desenvolvimiento del mismo modo de producción[4].

Un tercer enfoque sobre la “marginalidad” tiene foco en el pensamiento de Aníbal Quijano. Articulando las nociones de marginalidad y dependencia, Quijano se concentró en estudiar los procesos de “sobreurbanización” que conformaban en América Latina un “estrato nuevo” que desbordaba la idea de lumpen proletariado desarrollada por Marx. Como consecuencia de la estructura productiva dependiente, la industrialización no puede absorber las corrientes migratorias y se producen procesos de marginalización de fragmentos de la población urbana (Quijano, 1972). En tal dirección, construye una distinción dicotómica e interdependiente entre un núcleo central/hegemónico (donde se implementan actividades con mayor productividad) y un polo marginal (conformado por actividades que no cumplen una función central en la economía global). Dentro de este polo marginal, distingue entre los “asalariados marginales”, que deben abandonar roles ocupacionales ya obsoletos, migran del campo a la ciudad o carecen de un rol ocupacional previo; y la “pequeña burguesía marginal”, que se dedica a actividades marginales de pequeña escala, como la artesanía, los servicios o comercios.

Hacia finales de la década de 1990, los procesos de reestructuración social, ligados a las transformaciones en la matriz productiva, los mercados de trabajo y las formas de intervención del Estado, reinauguraron críticamente el debate sobre la marginalidad en América Latina. Desde algunas lecturas, se reditan discusiones de la vertiente económica-estructural para dar cuenta de los fenómenos heterogéneos de largo plazo y el problema político de la gestión de los excedentes poblacionales (Salvia y el mismo Nun); desde otro ángulo, tendrán eco los planteos de “nuevo régimen de marginalidad” o “marginalidad avanzada” desarrollados por LoîcWacquant y trabajados empíricamente en la región.

En primer grupo, se considera queen el marco de los diversos procesos de acumulación que se superponen y combinan, los mecanismos de generación de superpoblación relativa se pluralizan (Nun, 1999), variando en consonancia con el ciclo económico y del sector que se trate[5] (Salvia, 2010). En tanto, otras posturas (re)discutirán con la tesis de la masa marginal y los usos de la idea de afuncionalidad, vinculada a la presión que ejerce el ejército industrial de reserva para explicar las formas que asume la explotación del capital sobre el trabajo. Así, afirmarán que la conceptualización de Marx sobre la superpoblación obrera fluctuante, latente y estancada sigue teniendo vigencia para pensar los ciclos ascendentes del capital y la absorción de fuerza de trabajo (Marticorena, 2011). Pero no en términos de un capitalismo “más o menos inclusivo”; sino como forma específica de configuración de las relaciones entre capital y trabajo en la región.

Desde otra arista, recuperamos planteos sobre la “marginalidad avanzada” y distintas metáforas que conceptualizan la relación entre la desintegración social y su traducción espacial. Por un lado, Wacquant(2007) compara las banlieues parisinas y los guetos de Chicago, recuperando el estudio del espacio como elemento central en los procesos de degradación social y la centralidad otorgada al rol del Estado en la agudización de la marginación económica y cultural.Por otro lado, centrando sus estudios en las megaciudades del Tercer Mundo, Mike Davis (2006) describirá las transformaciones espacialesde la globalización, a partir del ocaso de las producciones rurales y la conformación de áreas urbanas hiperdegradadas (slums), en dónde se reproducen las condiciones de pobreza y no las de empleo, multiplicándose la población en condiciones de marginalidad.Influidos por estas ideas, en el campo de los estudios socioterritoriales latinoamericanos surgirán diversas denominaciones para describir los procesos que se constituyen en los márgenes. Desde disciplinas y enfoques variados, emergen metáforas de la periferia para describir los procesos donde se combinan procesos de desigualdad y urbanización: ciudad archipiélago (PrevotSchapira), polarización fragmentada (Auyero), repliegue o asilamiento (Kaztman), segregación urbana (Segura), entre otros. En contraposición con los estudios de la segregación predominantes en la sociedad norteamericana, basados en criterios raciales (Massey, 1990; Wacquant, 2007), en América Latina predomina una visión basada en criterios socio-económicos[6](Segura, 2014). Estos estudios comparten la inquietud de comprender la doble direccionalidad de los procesos socio territoriales y de la reproducción social.

En este sentido, es que nos interesa interrogarnos por la estructura social en ámbitos periurbanos. Como señalan diversos autores (Barsky,Ringuelet), el periurbano es un espacio “transicional en permanente transformación”, que se extiende y relocaliza con el paso del tiempo. Su carácter de interfase entre el campo y la ciudad lo somete a la presión de la creciente urbanización, de modo que sus atributos van cambiando, y algunas de sus funciones se trasladan a otros territorios, que pasan a constituirse en nuevos espacios periurbanos. Podemos pensar al espacio periurbano, como una zona transitoria entre lo urbano y lo rural, de predominio urbano, que ofrece una amplia gama de recursos tan dispares como grandes equipamientos y parques metropolitanos, polígonos industriales, ciudades dormitorio, y urbanizaciones de baja densidad de edificación con espacios de agricultura residual. Se trata, por lo tanto, de zonas degradadas en lo urbano y residuales en lo agrario, que se caracterizan por situaciones de especulación, marginalidad del uso del suelo y por el desarrollo de un hábitat disperso, frecuentemente carente de los servicios y equipamientos necesarios (Valenzuela Rubio; 1986).Las imágenes que emergen sobre el periurbano suelen aludir a los usos productivos de abastecimiento de alimentos para las grandes ciudades o usos residenciales (de segundas residencias de sectores medios y altos). Sin embargo, en el área periurbana rural de MRnos encontramos con otras particularidades, una marcada heterogeneidad usos del suelo y una diversidad de inserciones laborales (que se sitúan fundamentalmente en la mima localidad o en el PAB).

El área periurbana en MR, abraca 2.600 hectáreas. En los últimos 35 años este territorio transformó su fisonomía y modificó su paisaje socio-productivo clásico de la región pampeana, caracterizado por las actividades agrícolas y ganaderas de corte extensivo  en el uso del suelo (cría de ganado, producción lechera y cultivo de granos), y adquirió rasgos típicos de un espacio periurbano rural, con producciones más intensivas y la existencia de usos residenciales y recreativos. En la actualidad, se desarrollan predominantemente actividades económicas agropecuarias, extractivas (principalmente producción de ladrillos) y recreativas. Entre las actividades relacionadas agropecuarias se puede distinguir a las unidades productivas en pequeña escala (“granjas”) y, por otro, unidades productivas de mayor escala y perfil comercial cuya dimensión las definen como un negocio claramente delimitado (Quaranta, G. y Guichet, L.; 2017: 3).

Retomando un relevamiento realizado a 154 hogares y establecimientos productivos en MR por Quaranta y Guichet (2017), sobresalen las estrategias productivas y reproductivas de las familias. La principal actividad que llevan a cabo las explotaciones de MR es la producción porcina (64,3%) en pequeña escala (las unidades tienen en promedio 8,5 cerdas madres). Es sugestiva la paridad entre las proporciones de asalariados y trabajadores por cuenta propia, que reúnen cerca de ocho de cada diez ocupaciones. A su vez, la presencia de trabajadores familiares es elevada (más del quinto de la población).  Estos comportamientos se asocian a la importancia de la actividad agropecuaria (45%), que junto al comercio y al reciclado explica el 68% de todas las ocupaciones[7]. El empleo asalariado evidencia un alto porcentaje de informalidad (57%), en tanto el nivel de ocupación refleja problemas referidos a situaciones de subocupación o sobreocupación horaria.

El perfil demográfico de las familias de MR destaca una proporción elevada de población infantil y adolescente (45% de los habitantes son menores de 20 años); Además, sobresale el bajo envejecimiento de la población (5% tiene 65 o más años), que puede ser reflejo de las dificultades en el acceso a la salud y a los serviciosque estos espacios presentan para la residencia de adultos mayores. Nos encontramos con una alta deserción escolar (al menos 43% de los jóvenes entre 15 y 19 años abandonó el cursado de estudios medios); mientras que se estima que la mitad de los niños y adolescentes que deberían estar cubiertospor la Asignación Universal por Hijo (AUH), no cuentan con esta asignación.La mayoría de las familias que habitan en los espacios periurbanos relevados de MR (68%), se conformaron fuera de la localidad -estableciéndose posteriormente en la misma. Una importante proporción de estos hogares llegan a partir de 2011 (38%); mientras quienes un tercio de las familias arribaron a MRentre 2000 y 2010.La residencia previa de estas familias corresponde a localidades urbanas del PAB o de partidos próximos (62%), como Florencio Varela, Lanús, Quilmes y Avellaneda. Por otro lado, en cuanto a la condición de propiedad de los terrenos del periurbano rural de Ministro Rivadavia no son en su mayoría (67%) de propiedad formal de las familias(Quaranta, G. y Guichet, L.; 2017: 20). Estas acceden a estos terrenos principalmente bajo la condición de poseedor[8] (43%).

En estas notas nos propusimos adentrarnos en la doble direccionalidad de los procesos socio-territoriales y de la reproducción social. Entendemos que mientras las desigualdades económicas y sociales se expresan en el accesodesigual al espacio; también el espacio socialmente producido condiciona la (re)producción de las desigualdades (en el acceso a oportunidades relacionadas con la educación, el trabajo y la salud). Para los devenires de nuestra investigación ahondaremos en los distintos escenarios, vinculados a las diversas historias de vida de la población: en relación alos procesos de desplazamiento urbano, las estrategias ocupacionales y residenciales y el acceso a bienes urbanos.

Partimos de premisas teóricas en torno a los debates sobre la marginalidad y reproducción de la fuerza de trabajo, para abordar las complejidades de la estructura social en el ámbito periurbano de MR. Creemos necesario profundizar las discusiones teóricas y metodológicas para abordar las formas en que se organizan las familias y hogares para reproducir la vida cotidiana. Comprender estas dinámicas de confinamientos, movilidad e intercambios contiene una potencialidad para dar cuenta de los procesos de reproducción social en los márgenes que entrecruzan lo urbano y lo rural.

Bibliografía citada

Barsky, Andrés (2005), El periurbano productivo, un espacio en constante transformación. Introducción al estado del debate, con referencias al caso de Buenos Aires, en Sripta Nova, n°194, Universidad de Barcelona, España.

Cardoso, Fernando Henrique (1970), Comentario sobre los conceptos de sobrepoblación relativa y marginalidad” en Revista Latinoamericana de Ciencias Sociales, ELAS-ICIS, Santiago de Chile, núm. 1/2

Castells, M. (1995). La ciudad informacional. Tecnologías de la información, reestructuración económica y el proceso urbano-regional. Madrid, Alianza Editorial S.A.

Cazón, F; Kennedy, D. y Lastra, F. (2016), Las condiciones de reproducción de fuerza de trabajo como forma de la especificidad de la acumulación de capital en Argentina: evidencias concretas desde mediados de los ´70, Trabajo y Sociedad n° 27, Santiago del Estero.

Davis, M. (2014), Planeta de ciudades miseria, AKAL, Pensamiento Crítico, Madrid.

Delfino, A. (2012): “La noción de marginalidad en la teoría social latinoamericana: surgimiento y actualidad”, Universitas humanística, 74.

Germani, G. (1973): “Aspectos teóricos de la marginalidad”, Cuadernos de la Sociedad Colombiana de Planificación, sin número, Bogotá.

Kaztman, Rubén (2001). “Seducidos y abandonados: el aislamiento social de los pobres urbanos”. Revista de la CEPAL, no 75: 171–189. Santiago de Chile.

Marticorena, Carla (2011), ¿Masa marginal o ejército industrial de reserva? Consideraciones sobre marginalidad y sobrepoblación relativa, en El País invisible, Debates sobre la Argentina reciente, compilado por Alberto Bonnet, Buenos Aires, Continente.

Nun, José, Miguel Murmis y Juan Carlos Marín, (1968). La marginalidad en América Latina. Informe preliminar. Documento de Trabajo n° 53. Instituto Torcuato Di Tella. Centro de Investigaciones Sociales,Buenos Aires.

Nun, José (2001), Marginalidad y exclusión social, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

Quaranta, Germán y Guichet, Luciano (2017) Evaluación y propuesta socio-productiva para el área rural Ministro Rivadavia, Informe elaborado por el Municipio de Almirante Brown, noviembre 2017.

Quijano, A. (1972): “La constitución del ‘mundo’ de la marginalidad urbana”, Revista Latinoamericana de estudios urbano regionales, n°5.

Salvia, Agustín (2010), De marginalidades sociales en transición a marginalidades económicas. En N. Cohen y C. Barba (Coords.), Los desafíos de la cohesión social en América Latina, (pp. 107-135). Buenos Aires: CLACSO.

Segura, Ramiro (2014): “El espacio urbano y la (re)producción de desigualdades sociales. Desacoples entre distribución del ingreso y patrones de urbanización en ciudades latinoamericanas”, desigualdades.net WorkingPaper Series 65, Berlin.

Valenzuela Rubio, M. (1986). “Los espacios periurbanos”. En: IX Coloquio de Geógrafos Españoles. Murcia, Asociación de GeógrafosEspañoles. pp.81-123.

WacquantLoîc (2007) “El advenimiento de la marginalidad avanzada: características e implicaciones” en Los condenados de la ciudad. (pp.265-294). Buenos Aires. Ediciones Siglo XXI.



[1]Así, a partir de la década de 1930, pero con mayor vigor luego de la Segunda Guerra Mundial comenzaron a brotar en las periferias de las ciudades núcleos de población viviendo en condiciones precarias. El surgimiento de la noción en América Latina circuló ligado a una impronta territorial y “ecológica”: en un primer momento se llamó marginales a los asentamientos urbanos periféricos. Sin embargo, posteriormente se identificó la marginalidad con poblaciones que habitaban zonas pobres y periféricas, ateniendo a que no necesariamente se localizaban en el exterior de las ciudades, sino en suburbios y algunas veces en los mismos centros históricos.

[2] Simplificadamente,en el sistema capitalista hay una tendencia permanente al aumento de la composición orgánica del capital (más inversión en capital y maquinaria) que mueve a la burguesía a ahorrar en mano de obra. En paralelo, mientras los trabajadores activos participan en la producción de plusvalor, los desocupados garantizan que el salario no suba más allá de cierto límite.

[3]Para Nun, el Ejército Industrial de Reserva constituye la forma específica en que se manifiesta la Superpoblación Relativa en el capitalismo competitivo. Sin embargo, el pasaje a la fase monopolística del capitalismo requiere revisar las categorías desarrolladas previamente.

[4]El sociólogo brasileño Fernando Henrique Cardoso, criticará la preocupación en las funciones de la superpoblación con respecto a los sistemas de producción, en la mirada de Nun. Para Cardoso, el meollo de la cuestión se encuentra en los planteos de Marx sobre las leyes de acumulación de capital y superpoblación desde una perspectiva dialéctica, contradictoria (Cardoso, F. E, 1970)

[5]Se podría esquematizar en: a) ejército industrial de reserva disponible para los sectores modernos concentrados o intermedios de un sistema estructuralmente heterogéneo; b) en fuerza de trabajo al servicio de empresas “cuasi-informales” subordinadas a los sectores dinámicos; o c) en “masa marginal”, es decir, en fuerza de trabajo “sobrante” o excluida de los mercados regulados por el propio Estado y de la dinámica de acumulación a cargo de los sectores más concentrados de la economía  (Salvia, 2010).

[6]Así, sin desconocer la habitual racialización de los espacios residenciales de los pobres urbanos, no es la raza o la etnia lo que se especializa, sino una condición económica y social compartida por personas de distintas procedencias

[7]Para los varones sobresalen los asalariados (45%), seguidas del cuentapropismo (38%); mientras que para las mujeres se destaca la presencia de trabajadores familiares (42%) en el marco la pequeña agricultura familiar, con las mismas proporciones del trabajo por cuenta propia.

[8]La precariedad de la tenencia de los terrenos disminuye en los hogares donde existe una unidad productiva agropecuaria: el 52% de los propietarios cuenta con una explotación agropecuaria en el terreno. Así, un porcentaje importante de las familias del periurbano de Ministro Rivadavia se conformó previamente en partidos aledaños y se desplaza hacia allí en búsqueda de soluciones laborales y habitacionales. Los terrenos donde se ubican las viviendas no son de propiedad formal de las familias en su mayoría (67%): la tenencia precaria se acentúa en los hogares que se asentaron en posteriormente al 2000 y disminuye en los hogares donde existe una unidad productiva agropecuaria.