Situaciones de pobreza: ¿Conocer por las condiciones y/o conocer por las acciones? :: Irene Vasilachis de Gialdino

La inquietud que motiva estas líneas es la propuesta de una reflexión acerca de si el conocimiento que producimos sobre las situaciones de pobreza tiende a sostener la arbitraria distribución de bienes materiales, simbólicos, espirituales, de trascendencia y/o a exhibir las diversas formas de injusticia con las que se reproduce, cotidianamente, la desigualdad, la opresión, la subordinación, el desamparo, la ignominia.

Cabría interrogarse, entonces, sobre el origen de las concepciones ontológicas, epistemológicas, teóricas con las que operan las ciencias sociales y que suponen que “algunos”, más que “otros”, están en condiciones de determinar el destino deseable y/o posible de los niños, de los jóvenes, de las mujeres, de los hombres pobres ¿No debería, acaso, constituir un compromiso para esas disciplinas la aspiración a formas de conocimiento mediante las cuales la dignidad de cada persona sea reconocida en su desarrollo, en sus búsquedas, en los innumerables recursos con los que se despliega y con los   aspira a desplegarse?

Las voces de las personas pobres están, por lo general, instrumentalizadas en el discurso científico. Su presencia suele responder más a la necesidad del investigador de dar cuenta de la legitimidad de su conocimiento que a la de advertir sobre la limitación de éste, en especial, cuando las teorías de la pobreza a las que apela nada le dicen sobre la idiosincrasia de las múltiples situaciones particulares, heterogéneas, variadas, renovadas con las que se enfrenta, y que no fueron previstas teóricamente.

Las teorías, como representaciones discursivas acerca de la realidad social, han procurado mostrar las disímiles y complejas formas que asumen el conflicto, el orden, el poder, la dominación, la subordinación, la dependencia, la opresión pero, paralelamente, aprueban, la más de las veces, la necesidad de algún grado o tipo de violencia, no exclusivamente física, como requisito para la construcción de un determinado modelo de sociedad. Esa violencia no es ajena al mundo de la ciencia que se nutre de tales teorías; por eso no basta con describirla, exhibirla, impugnarla: de lo que se trata es de reflexionar en cuanto a la magnitud que alcanza la generación y la reproducción de la violencia en el transcurso del proceso de investigación.

Recurriendo a esas teorías explicamos e interpretamos -cuando no pretendemos orientar, dirigir- las acciones de las personas pobres y, difícilmente, las exhortamos a evaluar si el sentido que atribuimos a sus acciones ha sido captado, aprehendido o tergiversado, limitado, constreñido en nuestro análisis. El reconocimiento de la igualdad no puede escindirse de la capacidad de interpretar las propias acciones. El respeto a la vida, la dignidad, la libertad de cada persona supone tanto la garantía de las condiciones que hacen posible ese respeto como el reconocimiento de su propia facultad, disposición, habilidad para determinar a qué vida aspira, en qué términos esa dignidad ha de ser valorada, y cómo espera que el ámbito de su libertad se vea acrecentado. Elegir libremente el sentido de la propia existencia en orden a lo que se concibe como trascendencia es, pues, un derecho ligado estrechamente con la aceptación del principio de igualdad.

El conocimiento generado acerca de las situaciones de pobreza ¿busca reproducir o cuestionar aquellos órdenes de conocimiento que no han hecho más que acreditar y consolidar los variadas clasificaciones de diferencias en las que se sustentan las formas vigentes de organización social, caracterizadas en su mayoría por no aspirar ni a la pretensión ni a la ejecución de la justicia?

La construcción de las personas pobres como sometidas a procesos irreversibles, ineludibles que, se supone, las excluyen, las marginan, las vulneran y que las instituyen en sujetos pasivos de acciones de otros, cerrándoles la posibilidad de recorrer autónomamente el camino de la búsqueda de la propia realización, tanto colectiva como individual, es lo que predomina en el discurso de la prensa escrita, en el político, y en gran parte del científico [1].

Posesión y desposesión, acumulación y privación, opulencia y miseria son representadas más como fruto de las características personales de quienes encarnan el rédito del beneficio, o la aflicción del sacrificio, que enlazadas a las decisiones de quienes, se espera, transformen las formas y criterios de distribución. Sin embargo, otras interpelaciones se imponen: ¿por qué la participación de las personas pobres no configura un requisito de la formulación de los planes, proyectos, mediadas que las afectan? ¿Por qué sus perspectivas, propuestas, alternativas, objeciones, cuestionamientos, son sistemáticamente ignorados?

La necesidad de una definición relacional de las situaciones de pobreza radica en que éstas requieren ser estudiadas en su mismo origen, en su subsistencia, en sus formas de ocultamiento, en las estrategias con las que grupos e individuos, instituciones y organizaciones privadas y públicas, religiosas y laicas, del gobierno y de la oposición, con y sin fines de lucro, nacionales y extranjeras, entre otros, hacen posible, cuando no incentivan, la prolongación indefinida de esas situaciones.

Las variadas nociones con las que se abordan tales situaciones de pobreza tienden a trasladar, a asimilar a la identidad de las personas pobres las características de las circunstancias por la que atraviesan. Las particularidades de identidad a las que se alude son, habitualmente, las existenciales, las contingentes, las contextuales. Esas condiciones se juzgan suficientemente apremiantes como para que las mujeres y los hombres pobres no puedan decidir y precisar el sentido de sus acciones: aquello que la libertad “es” se define, conjuntamente, con la prescripción respecto de “quienes pueden gozar de ella”. Al no incluirse el componente esencial de la identidad se acaba desconociendo el origen de la lucha reivindicativa por el reconocimiento de la total identidad, esto es, aquella que abarca, a la vez, lo que une, lo que identifica a los seres humanos como tales, y aquello que los diferencia de los demás haciendo único a cada uno de ellos en esa diferencia [2].

La conciencia de la propia dignidad es el motor que impulsa a las personas a resistir a las distintas formas de negación de esa dignidad. Porque se saben dignas luchan para que lo que constituye su identidad esencial se transforme en parte de su existencia, de su propia biografía. Hemos observado reiteradamente este proceso como resultado de apelar a la propuesta de un conjunto de criterios para el análisis sociológico-lingüistico de la narrativa, el que nos permitió dar evidencia de las estrategias argumentativas mediante las cuales las personas pobres exponen, revelan sus narrativas de resistencia [3].

El señalamiento de las condiciones de sometimiento que padecen las personas en situación de pobreza no ha de perder su papel relevante, lo que ha de evitarse es que el examen de esas condiciones obstaculice el análisis, y el reconocimiento, de las luchas que promueven para modificarlas.

Las políticas sociales parecen más encaminadas a satisfacer necesidades de integración de las sociedades que de realización autónoma de las personas pobres. La adaptación, la conformidad se transforman en condiciones para la persistencia del orden social y, con él, de sus jerarquizaciones, de sus divisiones, de sus inclusiones, y de sus exclusiones. De acuerdo con ellas, el derecho a la “vida digna” no se constituye en la contrapartida de una obligación del Estado sino en un atributo al que sólo algunos grupos pueden acceder, quedando reservado sólo para ellos el ejercicio efectivo de ese derecho humano fundamental.

De esta suerte, la privación de los recursos para la subsistencia se torna tan violenta como la intimación a consentir una determinada forma de vida, como el cercenamiento o el condicionamiento de la libertad. La posibilidad de esa subsistencia se constituye, por tanto, y reiteradamente, en el precio de esa libertad, de la dignidad, de la autonomía, de la esperanza.


1. Vasilachis de Gialdino, I. (2003) Pobres, pobreza, identidad y representaciones sociales . Barcelona: Gedisa; (2007) “Representaciones sociales y discurso político: las personas pobres y las situaciones de pobreza”, II Jornadas Nacionales de Representaciones Sociales: Representaciones Sociales, minorías activas y memoria socia, Buenos Aires; (2009) “ De la ocupación al diálogo. Nuevas formas de conocer, de representar, de incluir”, Dialogue under ocupation III, Bogotá. [volver]

2. Vasilachis de Gialdino, I. (2007) “El aporte de la Epistemología del Sujeto Conocido al estudio cualitativo de las situaciones de pobreza, de la identidad y de las representaciones sociales”, Forum Qualitative Social Research 8(3); http://www.qualitative-research.net/index.php/fqs/article/view/290/638 ;   (2009) “Ontological and epistemological foundations of qualitative research”, Forum Qualitative Social Research 10 (2) http://www.qualitative-research.net/index.php/fqs/article/view/290/638 [volver]

3. Vasilachis de Gialdino, I. (2009) “ Itinéraires   ‘dans’ et ‘depuis’ les situations de pauvreté: une proposition d’analyse sociologique-linguistique de la narration ” , Recherches Qualitatives 28 (2)   http://www.recherche-qualitative.qc.ca/numero28(1)/gialdino(28)1.pdf [volver]