Desigualdad social e inserción laboral de jóvenes en el periodo posconvertibilidad / Pablo Pérez

Luego de varios años de crecimiento continuo del PBI, los niveles de empleo se han recuperado notablemente respecto de la situación observada durante la salida de la Convertibilidad (2001-2002) y el desempleo ha disminuido a cifras de un dígito, su nivel más bajo desde comienzos de la década de los noventa. No obstante, aún en el contexto favorable previo a la actual crisis, se develan grupos sociales que presentan realidades laborales particularmente adversas: entre ellos se destacan los jóvenes. Su tasa de desempleo es considerablemente superior a la correspondiente a los trabajadores adultos[1] y los empleos a los que acceden suelen ser precarios; y aún cuando logran insertarse en el sector formal de la economía, sus posiciones son más inestables, sin protección laboral y con bajos salarios.

Al hablar de los jóvenes nos referimos a un grupo poblacional marcadamente heterogéneo. Una parte de ellos, aquellos con mayor cantidad y calidad de credenciales educativas, probablemente no tenga problemas significativos para insertarse laboralmente, mientras que por el contrario, quienes abandonaron prematuramente el sistema educativo van a mostrar mayores dificultades para obtener un empleo.

Aunque a nivel agregado los mayores niveles de educación (respecto de los adultos) que presentan los jóvenes no parecen garantizarles mejores perspectivas de inserción laboral, a nivel individual mayores niveles de educación están asociados con una mayor probabilidad de obtener un empleo. Esta constatación se corrobora tanto para períodos de crecimiento (2003-2007) como para aquellos de recesión y desempleo elevado (1998-2001).

Tasa de empleo de jóvenes que ya no asisten al sistema educativo según nivel de instrucción formal. Períodos: promedio 1998-2001 vs. 2003-2007[2].

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Fuente: elaboración propia en base a la EPH.

De esta manera, el nivel de instrucción se destaca como una variable explicativa fundamental de las posibilidades de inserción de los jóvenes.

Pero ¿qué determina el nivel educativo del joven? ¿Cada joven “elige” hasta qué momento permanecer en el sistema educativo? ¿Se trata de una decisión costo-beneficio en función de futuros salarios o probabilidades de inserción? ¿O su situación frente a la educación está condicionada por su origen social, por la posición que ocupa su hogar dentro de la estructura social?

Si consideramos el nivel educativo alcanzado por los jóvenes al momento de abandonar el sistema escolar, diferenciado según el nivel de ingresos del hogar, corroboramos que los jóvenes de clases sociales bajas no tienen las mismas posibilidades de acceder y permanecer en el sistema educativo que los jóvenes provenientes de familias de mayores ingresos. Entre seis y siete de cada diez jóvenes de bajos ingresos abandonan el sistema educativo antes de completar el colegio secundario, mientras que dicho porcentaje disminuye al 23.5% para aquellos jóvenes que habitan hogares con ingresos elevados.

Nivel de instrucción formal de los jóvenes a la salida del sistema educativo según estrato de ingresos (per cápita familiar[3]. Primer trimestre 2007.

Hasta sec incompleto

Estudios secundarios completos

Alcanza estudios universitarios

Estrato bajo (deciles 1 a 4)

65,4%

29,9%

4,6%

Estrato medio (deciles 5 a 8)

36,8%

47,0%

15,9%

Estrato alto (deciles 9 y 10)

23,5%

42,4%

34,1%

General

51,7%

37,9%

10,2%

Fuente: elaboración propia en base a la EPH.

 

Esta observación nos lleva a avalar posturas que señalan que lo que la escuela tiende a señalar como desigual capacidad intelectual o interés frente al conocimiento, es en realidad consecuencia de las asimetrías sociales (Sidicaro, 2003). Los jóvenes que viven en hogares de bajos ingresos tienen la necesidad de participar más tempranamente en el mercado de trabajo, lo que los obliga a abandonar el sistema educativo prematuramente y dadas sus escasas credenciales educativas los puestos que consiguen son forzosamente de baja calidad.

Las diferencias de inserción ¿se deberían entonces exclusivamente a las desiguales posibilidades que tienen los jóvenes de acceder al sistema educativo? De ser así, al analizar la condición de actividad de jóvenes con el mismo nivel educativo todos deberían mostrar similares condiciones de inserción. Veamos.

El análisis de la condición de actividad de los jóvenes que han completado el nivel secundario (el nivel que usualmente demandan los empleadores para prácticamente cualquier empleo) destaca que las diferencias en la inserción laboral por estrato de ingresos familiares son considerablemente significativas aún considerando jóvenes con el mismo nivel de instrucción formal. Mientras las tasas de actividad y empleo aumentan con el nivel de ingresos del hogar, la de desocupación disminuye considerablemente. La desocupación de jóvenes que viven en hogares de bajos ingresos es seis veces mayor a la de los jóvenes del estrato alto de ingresos, mientras que la tasa de empleo es prácticamente la mitad.

Condición de actividad de jóvenes con nivel secundario completo.
Total de aglomerados urbanos. Primer trimestre 2007.

Actividad

Empleo

Desocupación

Estrato bajo (deciles 1 a 4)

63,7%

45,4%

28,8%

Estrato medio (deciles 5 a 8)

80,8%

68,1%

15,7%

Estrato alto (deciles 9 y 10)

91,2%

87,0%

4,6%

General

73,4%

57,4%

21,8%

Fuente: elaboración propia en base a la EPH.

Estas diferencias nos permiten corroborar que el origen social es una variable medular en las posibilidades de inserción laboral de los jóvenes. Por un lado, interviene indirectamente sobre la condición de actividad del joven mediante las posibilidades que tiene de acceder a diferentes niveles de educación, ya que si bien formalmente todos los jóvenes pueden acceder a ella, en la práctica existen marcadas diferencias según el origen social. Como ya hemos visto, el hecho de acceder a diferentes instancias educativas, ya sea por los conocimientos adquiridos o por el diploma acreditado, otorga mayores posibilidades de obtener un empleo. Por otro lado, vimos que a igual nivel educativo, jóvenes de diferente origen social tienen diferentes tasas de empleo y desocupación, expresando así diferentes posibilidades de valorizar sus diplomas. Para explicar estas diferencias podrían ser importantes el lugar de residencia, la discriminación por parte de los empleadores, y las relaciones sociales (amistades, parientes) de los jóvenes y las de su familia, las cuales les permitirían “valorizar” la educación que han adquirido. Otra variable importante es la calidad de la educación recibida, o la señal (buena o mala reputación) emitida por el establecimiento al cual concurrió el/la joven. De esta manera puede ser que dos jóvenes con igual credencial educativa presenten importantes diferencias en cuanto a sus capacidades, destreza, habilidades, no captadas por el diploma. El análisis de estas últimas variables y su relación con la posibilidad de buscar y encontrar un empleo son temas pendientes que serán abordados en futuras investigaciones.

En síntesis, podemos concluir que mejorar la desigualdad social es una cuestión clave para aumentar las posibilidades de inserción de numerosos jóvenes de familias de bajos ingresos. El análisis desarrollado nos indica que más allá de la importancia que muestran las tasas de crecimiento del producto y del empleo, una parte significativa de la población no se encuentra entre los beneficiarios de la reactivación económica. Problemas como la desigualdad en las posibilidades de acceso al mercado de trabajo no parecen ser considerados de acuerdo a su magnitud. Frente a esta situación, surgen dudas vinculadas a la conveniencia de dejar que las condiciones de empleo y la situación social que se deriva de ella dependan exclusivamente del crecimiento económico y la esperanza que éste “derrame” sus beneficios sobre los sectores más postergados.


[1] A comienzos de 2007, último relevamiento disponible de la Base de Usuarios de la EPH Continua., la tasa de desempleo de los jóvenes (23.9%) excede el doble de la tasa general (9.8%) y supera 3 veces la correspondiente a los trabajadores adultos (6.9%).

[2] Se compararon los periodos octubre de 1998 a octubre de 2001 y cuarto trimestre de 2003 a primer trimestre de 2007, ambos períodos de 3 años y medio, el primero de ellos de recesión económica y el segundo de crecimiento del PBI.

[3] Se incluyeron sólo aquellos jóvenes de entre 15 y 24 años que ya no asisten al sistema educativo.