El sueño de la casa propia en las periferias: una aproximación a las trayectorias residenciales de las clases medias a partir del estudio de urbanizaciones cerradas en el departamento de Guaymallén (Mendoza). Avances de investigación / María Belén Najt Ruiz

El objetivo general de mi tesis de Maestría en Estudios Urbanos de la Universidad Nacional de General Sarmiento es comprender la forma en que las trayectorias residenciales y las estrategias habitacionales de los sectores medios interactúan con las reconfiguraciones socio-espaciales en las periferias del departamento de Guaymallén, Mendoza.

Para ello se recuperará la experiencia y valoraciones de los habitantes de este tipo de urbanizaciones a través de un abordaje basado en entrevistas semiestructuradas y jornadas de observación participante, así como se recolectarán fuentes secundarias que permitan dar cuenta de las transformaciones socio- espaciales del área de estudio.

Reconociendo la doble y recursiva relación entre espacio social y espacio urbano, subrayamos que las posiciones de los hogares en la ciudad se definen a partir de las diferentes formas de capital que poseen y sus estrategias, así como de las oportunidades y restricciones estructurales que enfrentan a lo largo de sus vidas. A la vez, su lugar en la ciudad les permite acceder a un conjunto de ventajas y desventajas, por lo que su localización es parte constitutiva de su posición de clase.

Debido a la doble naturaleza de la relación espacio social-espacio urbano, el territorio se convierte en un espacio moldeado por las prácticas sociales, pero al mismo tiempo establece las condiciones para la reproducción de esas prácticas.

Síntesis de los primeros hallazgos

El departamento de Guaymallén forma parte del Área Metropolitana de Mendoza (AMM). Pese a ser uno de los departamentos de menor tamaño, es, según los datos del Censo 2022, el más poblado de la provincia.

En lo que refiere a nuestro período de estudio (2000-2020) es posible observar dos procesos urbanos: la densificación de las áreas centrales y la expansión de la mancha urbana. Si bien se trata de fenómenos aparentemente contradictorios, bajo el paradigma del urbanismo neoliberal ambos se dan de manera simultánea y complementaria, ya que es el mercado inmobiliario quien coordina la producción de la ciudad.

Por un lado, la densificación de las áreas centrales y pericentrales ocurre como efecto de la implementación de programas destinados a la rehabilitación del patrimonio y la renovación urbana de áreas históricas. Estas iniciativas conllevan inversiones inmobiliarias que se materializan en proyectos residenciales y mixtos (residencial-comercial) en terrenos baldíos, situados en zonas que se consideran deterioradas debido a la falta de inversión o donde se han demolido viviendas antiguas. Estos emprendimientos son orientados, principalmente, a la población joven de ingresos medios y altos (Magallanes, 2018; 2017).

Por otro lado, al examinar la evolución de la expansión urbana en la última década, se observa una extensión hacia el noreste y sureste del departamento, donde se encuentran terrenos de gran valor agrícola. En particular, se observan estas transformaciones sobre zonas de actividad hortícola que, al igual que en otros cinturones verdes del país, son desarrolladas por familias de migrantes de origen boliviano.

En un período de auge de la actividad inmobiliaria dominada por grupos desarrolladores e inversores tanto extranjeros como nacionales, los terrenos ubicados en la periferia se tornan atractivos para el establecimiento de diversos emprendimientos residenciales. Al respecto, Apaolaza & Venturini (2021) trazan un paralelismo con el esquema teórico- conceptual de rant gap de Neil Smith y emplean el concepto de “renta periurbana” o peri rent gap para referirse “a la captura de un diferencial de renta extraordinario, correspondiente con el paso de rural sin uso posible –o bien de bajísima intensidad– a urbano residencial”

Los datos oficiales dan cuenta de que en el año 2010 se urbanizaron 11.322 ha de parcelas con derecho a riego en suelos de muy buena calidad para actividades agrícolas, localizados en la interfase urbano-rural del área Metropolitana, donde Guaymallén perdió 1.817 hectáreas productivas (Gudiño, 2018). Cabe resaltar que la competencia por el uso del suelo y la consecuente reducción de la superficie cultivada o su fragmentación implica la pérdida de servicios ecosistémicos y el mal uso de los recursos hídricos sobre un territorio de alta fragilidad en donde la competencia por el uso del agua es el principal conflicto ambiental.

Este proceso se ha concretado en forma de megaproyectos residenciales cerrados de baja densidad, dirigidos a grupos de sectores medios que se han visto beneficiados por un aumento en su capacidad de consumo y ahorro. Además, los créditos hipotecarios Pro.Cre.Ar y los créditos UVA, que principalmente favorecieron a los sectores medios, fueron clave para impulsar una mayor diversificación y segmentación de la demanda en el mercado inmobiliario. La respuesta que tuvo el sector inmobiliario frente a la demanda de los sectores medios fue una oferta habitacional en la que se articulan atributos asociados al estilo de vida de los sectores altos, seguridad y otras externalidades que permiten contrarrestar las distancias y la pérdida de beneficios vinculados a la centralidad, pero a un menor costo que en las periferias consolidadas o de mayor belleza paisajística como las de Luján de Cuyo y Maipú.

Particularmente, enfocaremos nuestro estudio en el barrio “Las Cortaderas Country”, ubicado en el distrito Kilómetro 11 de Guaymallén, a 15 minutos de la Ciudad de Mendoza.  El barrio cuenta con aproximadamente 600 viviendas y 1.000 terrenos desarrollados en 3 grandes etapas (Cortaderas I, Cortaderas II y Cortaderas III). La mayoría de la población que reside en este barrio no forma parte de la élite histórica o tradicional de la provincia, sino que se trata más bien de una clase media ascendente.

La llegada de nuevos habitantes a la periferia otorga dinamismo a la estructura urbana y en última instancia reproduce o modifica la división social del espacio, por lo que para entender el orden urbano actual es necesario profundizar, además, en la investigación acerca de las estrategias residenciales de los hogares, que, aunque son específicas de cada contexto urbano en el que se despliegan, también son de clase, es decir, están condicionadas por la posición social de los sujetos en  la estructura social.

Diversos estudios sobre estratificación social en el período de estudio (2000-2020) revelan una reconfiguración en el centro de la estructura social, marcada por el aumento de asalariados en los estratos de clase media y clase obrera calificada. Paralelamente, se observa una disminución en las disparidades de ingresos laborales entre estas clases, al menos hasta 2010, provocando que las clases medias tradicionales, históricamente mejor posicionadas, se acercaran a la clase media baja o incluso a algunos segmentos de la clase trabajadora.

En este contexto, mientras que el trabajo y la educación pierden progresivamente su eficacia como indicadores de desigualdad entre clases, la relevancia de la ubicación geográfica se consolida como un factor fundamental en la definición de la posición social (Di Virgilio y Heredia, 2012). Sobre esto, incorporar el modo en el que los distintos grupos sociales se inscriben en la ciudad, nos permite complejizar la mirada acerca de las clases medias para ir más allá de su aparente carácter homogéneo.

En esta dirección, los principales ejes abordados durante las entrevistas fueron sus trayectorias residenciales, en particular cómo se reconstruyen los procesos de movilidad residencial y los vínculos con dinámicas más generales, la elección de una urbanización cerrada como localización de su vivienda, las diversas alternativas de financiación para acceder a la vivienda, los lazos sociales entre vecinos, las percepciones y representaciones en torno a residir en una urbanización cerrada y los modos en los que se desmarcan del afuera.

A partir de las primeras indagaciones, podemos sostener que para los sectores medios que residen en urbanizaciones cerradas en las periferias, la construcción de la vivienda no solo implica el cumplimiento del “sueño de la casa propia” sino también la apertura hacía otras experiencias y estilos de vida, que señalan como un movimiento ascendente en la estructura social. En este sentido, la elección de una urbanización cerrada no es percibida como una búsqueda de distinción social consciente, sino como una oportunidad residencial para acceder a atributos habitacionales que en la ciudad consolidada les son negados: seguridad, disponibilidad de terrenos de mayor superficie y sobre todo, la posibilidad de vivir, en palabras de una entrevistada “en un barrio de clase media, en un barrio como los de antes”.