Ocupaciones de la construcción hacia el final del ASPO* / Gabriela Sala y Alvaro Del Aguila

En las áreas urbanas cubiertas por la Encuesta Permanente de Hogares, en la medición inmediatamente anterior al comienzo del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), en el primer trimestre de 2020, las ocupaciones de la construcción concentraban a 16% de los ocupados y su participación alcanzaba valores máximos y cercanos al 19% en el NEA y la Patagonia.

En el sector de la construcción prevalece la informalidad laboral1 y es históricamente alta la incidencia del trabajo no registrado. También se destaca la mayor incidencia de la informalidad entre los jóvenes, los migrantes y quienes tienen menor instrucción, atributos compartidos por trabajadores informales de otros sectores productivos en los que esta problemática tiene niveles críticos. Como se verá, las principales modificaciones resultantes del ASPO se observan en las mutaciones de las formas que adquiere la informalidad en cada uno de los grupos de edades y en las diferentes regiones.

En el marco del Programa de Investigación sobre la Sociedad Argentina Contemporánea PISAC, nos propusimos caracterizar a los varones vinculados a ocupaciones de la construcción, apuntando a detectar diferencias regionales y asociadas a la edad. En particular, en el presente trabajo describiremos las formas que adquiere la informalidad laboral en distintas edades y los cambios que las disposiciones de ASPO por COVID-19 imprimieron a estas características.

Para dar cuenta de esto, se analizaron datos provenientes de la Encuesta Permanente de Hogares del primer trimestre de 2020 (cuando fueran implementadas las primeras medidas destinadas a frenar la expansión de los contagios por COVID-19) y del tercer trimestre del año 2021 de la encuesta mencionada, por ser la última onda disponible.

Con el objeto de contrastar estos datos con la perspectiva de los actores, incorporaremos el análisis de distintas entrevistas en profundidad realizadas a personal jerárquico, obreros y miembros del sindicato de la construcción. El acercamiento cualitativo permitirá complementar los datos duros, permitiéndonos una comprensión más acabada del modo en que el ASPO fue experimentado a nivel subjetivo.

Como cabría esperar, y dada la marcada heterogeneidad que caracteriza a la construcción (en términos de tamaño de empresas, perfiles laborales, especialidades y prácticas empresariales), el impacto de la pandemia y la crisis económica fueron igualmente heterogéneos.
Los trabajadores de la construcción de distintas regiones argentinas comparten atributos de género y escolaridad, por el predominio masculino y de quienes no habían concluido estudios de nivel medio. A nivel regional también es homogéneo el comportamiento de las variables laborales, a excepción de los trabajadores de la construcción de la Patagonia, quienes muestran mayor presencia de asalariados con acceso a beneficios laborales.

En líneas generales, observamos un aumento del desempleo juvenil y un incremento marcado de la informalidad laboral, asociada a un pasaje acelerado al cuentapropismo y la perpetuación de la presencia de un núcleo duro de asalariados registrados que se mantuvo hasta el tercer trimestre de 2021.

Si bien el análisis se basó en el abordaje sincrónico de cohortes hipotéticas de trabajadores, suponemos la existencia de patrones asociados al ciclo de vida de éstos. Se detectó que los jóvenes que comienzan a trabajar en la construcción mayoritariamente lo hacen como asalariados no registrados sin calificación. Con el tiempo, una parte importante deja la actividad, otra parte continúa trabajando en la construcción como cuentapropista y una parte muy pequeña establece un vínculo salarial formal dentro del mismo sector.

Se observó que el porcentaje de cuentapropistas crece mucho con la edad, alimentado predominantemente por los asalariados informales y en menor medida por los formales. También se detectó que, en general, la porción de asalariados formales no se mantiene constante en las distintas edades, es decir, que no se trata de un grupo relativamente protegido, que avanza en la edad manteniendo la condición de trabajador registrado. Por el contrario, la edad contribuye a incrementar las posibilidades de caer en la informalidad, quizás porque previamente implica la posibilidad de caer en el desempleo.

La mayor informalidad de los trabajadores menores de 25 años señala la necesidad de analizar las condiciones y características de su participación laboral, sus trayectorias educativas, familiares y laborales y el impacto de las políticas que los tienen como población objetivo. Es posible que en algunas regiones los planes de empleo joven vinculados a la construcción expliquen la notable caída de la participación laboral juvenil en este sector a partir de los 25 años.

También es relevante para la comprensión del empleo en el sector la captación de las diferencias entre las trayectorias laborales asalariadas o por cuentapropia y las transiciones desde empleos informales a formales.

La mayor informalidad y calificación de los trabajadores menores de 25 años señala la necesidad de analizar las condiciones y características de su participación laboral, sus trayectorias educativas, familiares y laborales y el impacto de las políticas que los tienen como población objetivo. Es posible que en algunas regiones los planes de empleo joven vinculados a la construcción expliquen la notable caída de la participación laboral juvenil en este sector a partir de los 25 años.

La importante presencia de trabajadores de empresas unipersonales y la relevancia del cuentapropismo en la construcción muestran la importancia de analizar el papel de hogares y familias como demandantes de trabajadores del sector. Este segmento de la demanda ha sido descuidado en los análisis. Creemos que la comprensión de las variaciones en la demanda de empleo de las familias tiene gran capacidad explicativa en los cambios en los niveles de empleo en la construcción. Suponemos que la merma en los ingresos familiares motivada por la doble crisis y las medidas de aislamiento produjeron la retracción en la demanda, impactando directamente en la reducción del empleo en el sector. Sin embargo, las entrevistas nos permitieron captar algunas estrategias desplegadas para sobrellevar la adversidad de la coyuntura, especialmente ligadas al autoempleo en trabajos que no requerían grandes desplazamientos interjurisdiccionales.

El ASPO redujo los niveles de empleo y remuneración de los trabajadores informales, categoría especialmente relevante en la construcción. Pero este impacto no habría sido homogéneo. Habrían sido especialmente vulnerables los trabajadores que se desplazaban del Gran Buenos Aires a CABA, debido a las limitaciones impuestas por la cuarentena para transitar entre ambas jurisdicciones.

Por ser muchos de ellos trabajadores informales no pudieron acceder a los ingresos transferidos por el estado, como los ATP. Además, la informalidad laboral se asocia a un menor acceso a la cobertura de salud. Por otra parte, estos trabajadores podrían estar expuestos en mayor medida a los contagios por su mayor uso del transporte público y porque el carácter de la ocupación no daría lugar al trabajo desde el hogar. Como conclusión, la pandemia del COVID-19 y el ASPO habrían agravado la pobreza que caracteriza a los trabajadores de la construcción
Se evidenció una diversidad considerable en lo que refiere al impacto sufrido. Así, la pandemia no golpeó de igual manera a cooperativas, a pymes o a grandes empresas constructoras. A nivel de las experiencias individuales, los trabajadores en relación de dependencia continuaron percibiendo el salario completo, mientras que en otros percibieron un salario equivalente a la jornada laboral a las que les era posible asistir. Los trabajadores cooperativistas de barrios populares percibieron el “salario social complementario” o el plan “Haciendo Futuro”, ambos del gobierno nacional, mientras que los puestos de dirección de obra debieron recurrir a “ahorros personales” para subsistir durante los meses del ASPO.

Por otro lado, nos encontramos con empresas que fueron beneficiadas directamente por políticas públicas. En estos casos, y si bien se manifestó que el programa ATP (Asistencia de emergencia al trabajo y la protección) había contribuido de modo importante a alivianar la situación, también se destacó que los problemas persistían. A su vez, distintos representantes de cooperativas de trabajo nos comunicaron que no les había sido posible acceder a este programa, por no ser asalariados. De este modo, algunos cooperativistas optaron por recurrir al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), otra política pública que también fue valorada positivamente, pero sobre la que también se destacó su carácter “insuficiente”.

 

Notas

* Extracto del capítulo “El impacto de las ASPO entre los trabajadores de la construcción”, que forma parte del libro “Estructura social de Argentina en tiempos de pandemia”. ISBN: 978-950-793-409-4 (en prensa)

1 Consideramos trabajadores informales a los asalariados a los que no se les efectúan los descuentos jubilatorios ni los aportes a la seguridad social, a los cuentapropistas no profesionales y a los trabajadores familiares no remunerados.