[Serie Género y trabajo] Mujeres trabajadoras: puente entre la producción y la reproducción. Lugar de trabajo y militancia en la Nueva Ola Feminista / Paula Varela (coordinadora)

[Serie Género y trabajo] Mujeres trabajadoras: puente entre la producción y la reproducción. Lugar de trabajo y militancia en la Nueva Ola Feminista / Paula Varela (coordinadora)

Varela Paula (coordinadora), Cambiasso Mariela, Nogueira Luciana, Lazcano Simoniello Josefina, Pandolfo Greco Lucio, Yantorno Juliana, Salazar Vanesa, Posse Clara, Calderaro Luján, Loustaunau Ana, González Vilas Mariano (2020), Mujeres trabajadoras: puente entre la producción y la reproducción. Lugar de trabajo y militancia en la Nueva Ola Feminista, Género y trabajo (1). Disponible en: http://www.ceil-conicet.gov.ar/wp-content/uploads/2021/02/gt1-mujeres-trabajadoras-varela-color-.pdf

Género y trabajo, una relación ineludible (introducción)

Paula Varela

Mujeres trabajadoras: puente entre la producción y la reproducción inaugura la serie Género y Trabajo del Centro de Estudios e Investigaciones Laborales del CONICET (CEIL). Y lo hace en un momento particular: la expansión de lo que ya es reconocido como una nueva ola feminista, no sólo en Argentina, sino a nivel internacional. De Polonia a Estados Unidos, de Chile al Estado español, de Irlanda a Indonesia, los últimos cinco años han mostrado movimientos de mujeres con diversas características y demandas, pero con una instancia de articulación común: el Paro Internacional de Mujeres que, desde 2017 en adelante, se lleva cabo todos los #8M (8 de marzo) en decenas de países simultáneamente. He allí una de las claves por las que definimos comenzar esta serie sobre género y trabajo: por la importancia que adopta el trabajo de las mujeres en la nueva ola feminista. Como hemos señalado previamente (Varela, 2020c) el enorme impacto del #8M a nivel internacional y el hecho de que se haya vuelto una medida expansiva, obliga a preguntarse por qué es el paro (y no otra medida o forma de articulación) lo que se constituye como instancia de coordinación a nivel global. Tres factores resultan centrales.

El primero es el contexto de crisis del capitalismo neoliberal que comienza en 2008 y continúa hasta la actualidad a nivel mundial. Pero no en un sentido abstracto o general, sino en lo que se refiere a los rasgos específicos de la crisis, que afectan directamente a las mujeres de la clase trabajadora y a los sectores populares: planes de ajuste con recorte de servicios públicos dedicados a la reproducción social, como salud, educación, vivienda, etc.; aumento de la precarización laboral y los trabajos “basura”, con la caída del salario real que eso implica y su impacto en las condiciones de vida; incremento de la informalidad, el desempleo y la pobreza; y surgimiento de los llamados “populismos de derecha” y gobiernos conservadores, que ganan popularidad en el contexto de la crisis y atentan contra derechos conquistados por las mujeres y las personas LGBTQ (entre otros). La nueva ola feminista se inscribe en el marco del surgimiento de una serie de movimientos sociales que protestan (con distintas características y ritmos según el país) contra los “efectos” de la crisis y contra las medidas gubernamentales adoptadas para salir de ella. Esta inscripción le otorga uno de sus rasgos característicos: su tendencia a exceder su carácter sectorial y transformarse, rápidamente, en un fenómeno político cuyos objetivos se entrelazan con los de la pléyade de fenómenos de protesta contra el ajuste y las políticas que atacan derechos conquistados. Allí reside, también, una de las claves de su masividad: con protagonismo indiscutido de las mujeres (y particularmente de “las pibas”), convoca sin embargo a otros sectores de la población que se ven interpelados por las demandas y los reclamos que el movimiento levanta, que los incluyen como destinatarios. Las demandas históricas del movimiento feminista (como el derecho al aborto) se intercalan con demandas que no son visualizadas como “exclusivas de mujeres”, y que denuncian la precarización laboral, el aumento del endeudamiento y su impacto en las familias trabajadoras, o la denominada “crisis de los cuidados”. Estas demandas afectan al conjunto de las y los trabajadores y sectores pauperizados de la sociedad, aunque colocan en el centro de la escena a las mujeres de esa clase trabajadora. Pero esta tendencia a la universalización se explica, también, por la ligazón de la nueva ola feminista con los movimientos de derechos humanos, particularmente el tipo de movimientos que lucha contra la idea de que hay vidas que no importan o vidas descartables. La denuncia de los femicidios como práctica sistemática ejercida contra las mujeres y los cuerpos femenizados es una pariente cercana de la denuncia del Black Lives Matter respecto a la brutalidad policial y la “política del descarte” a la que se ve sometida la comunidad afroamericana en Estados Unidos (y más allá de sus fronteras también). #Niunamenos es una consigna que, si bien refiere a un sector específico de la población (las mujeres y los cuerpos feminizados), se erige como denuncia del carácter sistémico de las vidas que no importan, como defensa del “valor de la vida” y como exigencia al Estado de que haga respetar y garantice esas vidas.

El segundo factor está relacionado con lo que Nancy Fraser (2015) denomina “crisis de la reproducción social”. Preferimos hablar de “crisis de reproducción social” y no de “crisis de los cuidados” (término que se ha expandido más masivamente en los medios y también en la academia), porque la crisis de la reproducción social es un aspecto específico de la crisis capitalista que emana de la contradicción, inherente al capitalismo, entre el imperativo de la acumulación y las necesidades de la reproducción de fuerza de trabajo y de la vida. La noción de reproducción social, más amplia que la de cuidados, coloca en el centro del debate toda la serie de tareas (tanto asalariadas como no remuneradas) que son llevadas a cabo mayoritariamente por mujeres para la reproducción de las personas, particularmente de la fuerza de trabajo1. Pero además, coloca en el centro del debate el carácter necesario de ese trabajo para el funcionamiento del capitalismo como un todo y, por ende, la relación indisociable entre el ámbito de la reproducción social y el de la producción de mercancías, en tanto ámbitos diferenciados pero inescindibles (Arruzza y Bhattacharya, 2020; Ferguson, 2020; Varela, 2020a) ¿Qué significa que estamos ante una crisis de reproducción social? Que la reproducción social se ve amenazada por un triple proceso. Por las políticas de ajuste que atacan las instituciones públicas encargadas de dicho trabajo, como los hospitales, escuelas, jardines maternales, geriátricos, y otras instituciones de formación y cuidado. La privatización y transformación de esos ámbitos en nuevos nichos de mercantilización y producción de ganancias han modificado la reproducción de la fuerza de trabajo, acotando las posibilidades de las familias trabajadoras y obligando a que esas tareas sean cubiertas o bien por medio del mercado, o bien mediante el trabajo no pago de miembros de la familia trabajadora o de sus redes, lo que implica, en la gran mayoría de los casos, una sobrecarga extra de trabajo para las mujeres de las familias obreras. Por su parte, la precarización del trabajo y la consecuente caída del salario real, impiden que la mayoría de las trabajadoras puedan adquirir estos servicios en el mercado, al tiempo que empujan al alargamiento de la jornada de trabajo remunerado o a la búsqueda de múltiples empleos y changas, profundizando la dificultad para llevar a cabo el trabajo de reproducción social no remunerado en el hogar. En muchas ocasiones estos empleos y changas son trabajo doméstico o de cuidados realizados para otros hogares, sector de la actividad fuertemente feminizado, informalizado, racializado y de composición migrante. Por último, la crisis de reproducción social también involucra el ajuste y privatización de los servicios públicos como el agua, la luz, el transporte, la vivienda, etc. que aumentan el costo de reproducción de las familias trabajadoras, costo que se cubre con más horas de trabajo asalariado, con más horas de trabajo no remunerado, con toma de deuda (como demuestra el aumento del sistema de créditos usurarios en los sectores populares), o con toma de predios, exponiendo a las y los trabajadores a la ilegalización y represión del Estado.

Esta crisis de reproducción social, si bien afecta al conjunto de la clase trabajadora, incide particularmente en la vida cotidiana de las mujeres trabajadoras, colocando la figura “del trabajo que hacemos las mujeres” en el centro del debate. He allí otra de las claves para entender el Paro Internacional de Mujeres como herramienta de articulación de la nueva ola feminista: “si paramos nosotras, se para el mundo” es una gran síntesis de la importancia que asume “el trabajo que hacemos las mujeres” en este nuevo movimiento feminista y marca la centralidad de este elemento de clase en el movimiento de mujeres, al mismo tiempo que la centralidad de las mujeres en la clase que mueve el mundo.

Esto abre la puerta al tercer factor que queremos señalar: el carácter transversal del trabajo de las mujeres que las coloca en una ubicación anfibia entre producción y reproducción. La feminización de la fuerza de trabajo asalariada ha sido uno de los principales rasgos de la nueva morfología de la clase-que-vive-del-trabajo (Antunes, 2005) desde la década de 1990 a la actualidad. Nichos fundamentales del mercado de trabajo (como la salud, la educación y el trabajo de limpieza, considerados hoy “trabajadores esenciales”) están altamente feminizados, lo que se combina con otros sectores en los que las mujeres son minoría pero han ido ganando peso (como partes de la industria y los transportes), y con el indiscutible protagonismo de las mujeres en el trabajo no remunerado en los hogares, barrios, redes comunitarias, etc. Es ese carácter de las mujeres trabajadoras como puente entre la producción y la reproducción el que queremos resaltar en esta serie Género y trabajo, porque consideramos que es esencial (como lo han planteado distintas corrientes del pensamiento feminista socialista) volver a poner la lupa en las formas específicas que asume la relación entre dominación de clase y de género en el capitalismo. Lejos de cualquier mirada dualista que considere posible comprender la opresión de las mujeres de forma independiente al modo en que se organiza el trabajo y la explotación en el sistema capitalista, creemos que es más importante que nunca bucear en el carácter necesario de su intersección. Esa reflexión, que tuvo en la Segunda Ola Feminista un momento de gran riqueza teórica y política, implica colocar sobre la mesa preguntas clásicas que deben ser revisitadas: ¿cuál es la relación entre explotación de clase y opresión de género en la actualidad? ¿De qué modo se conectan el trabajo en el ámbito de la producción con el de la reproducción social? ¿Cómo deben pensarse esas dos opresiones en una teoría emancipatoria? La serie Género y trabajo se propone como un espacio para la búsqueda de respuestas a estas preguntas, tanto desde el punto de vista de la teoría como de las investigaciones empíricas.

En este primer libro de la serie, co-editado con el Colectivo de Investigación de las Trabajadoras y los Trabajadores en la Argentina actual (CITTA) con sede en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC), presentamos parte de los resultados de una investigación empírica realizada entre los años 2016 y 2018 en tres estructuras laborales del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA): el Subterráneo de Buenos Aires (Subte), la alimenticia Mondelez planta Victoria en la zona norte de Buenos Aires (Mondelez Victoria) y la cooperativa gráfica Madygraf bajo gestión obrera desde 2014 (Madygraf). Allí llevamos adelante una encuesta obrera a una muestra de trabajadoras y trabajadores, y una serie de entrevistas a delegades y activistas sindicales. Nuestro principal interés fue acercarnos a lo que sucede cotidianamente con las mujeres trabajadores en su lugar de trabajo: ¿cómo vivencian las desigualdades de género? ¿Qué percepciones tienen acerca de ellas las trabajadoras mujeres pero también sus compañeros varones? ¿Pueden vislumbrarse impactos de la nueva ola feminista, allí, en el “punto de la producción”? ¿Se perciben rasgos del movimiento de mujeres en las prácticas concretas de la organización sindical? ¿Cómo se enlazan, en las percepciones pero también en las prácticas, el ámbito de la producción y el de la reproducción social?

Las principales decisiones que orientaron la investigación fueron tres. La primera, concentrarnos en lo que sucede en el lugar de trabajo, tanto en el nivel de las prácticas como de las percepciones de las y los trabajadores. Como señalan Cambiasso y Yantorno (2020), la mayoría de los estudios actuales que indagan en la relación entre género y mundo laboral se concentran en el análisis de las desigualdades sexo-genéricas, la configuración de agendas de género, y los alcances de la participación de las mujeres en las organizaciones sindicales, mirando lo que sucede en los niveles del mercado de trabajo, los sectores de actividad, y los sindicatos de rama o centrales obreras (Goren y Prieto, 2020; Goren y Trajtemberg, 2018; Azpiazu, 2015, 2019; Arriaga y Medina, 2020, 2018; Goldman, 2018; Rodríguez y Cuellar Camarena, 2019; Bonaccorsi y Carrario, 2012; Lupica, 2010; León, 2015; Esternmann, 2020; entre otras)2. La pregunta por lo que pasa en lo que Adolfo Gilly (1990) denominó el “núcleo de la dominación celular” ha sido menos transitada. Es allí donde colocamos la mirada en este libro, por entender que es un espacio privilegiado de la articulación entre género y clase, sin que ello signifique considerar que mirar ese sitio particular alcanza para entender el conjunto de las formas concretas que asume esa articulación en la vida y la organización de les trabajadores. Si enfocarse únicamente en el lugar de la producción sería un reduccionismo, no mirar lo que allí sucede es, sin lugar a dudas, un error mucho más frecuente de lo esperable. Los estudios sobre lo que pasa dentro de las plantas fabriles, en los centros de logística, en las escuelas y hospitales, en los subtes y trenes, en las minas, en las oficinas, son minoritarios en el campo de los estudios del trabajo y de la clase trabajadora en general; y también lo son en el campo de quienes se preguntan por el cruce entre clase y género.

La segunda decisión de investigación fue centrarnos en las voces de las y los trabajadores y no, únicamente, en la de sus dirigentes o referentes sindicales. Esto estuvo directamente relacionado con la certeza de que la fuerza del nuevo movimiento de mujeres conmovió todas las esferas de la vida social, impactando en la textura cotidiana de las relaciones sociales, así en “el barrio” como en “la fábrica”. ¿Qué rasgos de esta conmoción pueden rastrearse en las opiniones y relatos de quienes ponen en funcionamiento día tras día los lugares de trabajo? A ese mundo, siempre de acceso parcial para la investigación, quisimos asomarnos.

Por último, la tercera decisión de investigación fue la de poner la lupa en tres estructuras laborales que tienen una larga tradición de organización sindical de base, que además se presentan como de centro-izquierda e izquierda y con fuertes lazos con la lucha del movimiento de mujeres. Tanto Subte, como Madygraf y Mondelez Victoria fueron parte, con distintas dinámicas y características, del proceso de sindicalismo de base surgido de 2004 en adelante. En Subte la organización sindical en el lugar de trabajo fue, originalmente, el cuerpo de delegados (conocido como Metrodelegados) que protagonizó importantes luchas, como la que permitió la implementación de la jornada de 6 horas en 2004 luego de una dura huelga a inicios del período de recuperación económica durante el kirchnerismo. Desde 2008 en adelante, y luego de una década de enfrentamiento con la Unión Tranviarios Automotor (UTA), conformaron la Asociación Gremial de Trabajadores de Subterráneo y Premetro3 (AGTSyP, encuadrada en la CTA), dirigida por la lista Roja y Negra. La experiencia de Madygraf cuenta también con una fuerte organización de base que comienza en 2005 (consolidada en 2007) como Comisión Interna opositora a la dirección de la Federación Gráfica Bonaerense, cuando la empresa se encontraba aún bajo mando de Donnelley SRL. Luego de casi una década de lucha por conquistas laborales en la planta de Garín, la CI dirigida por la Agrupación Bordó lideró en 20144 la lucha contra el vaciamiento y cierre de la empresa y posterior puesta en producción bajo gestión de sus trabajadores. Mondelez Victoria (ex Stani), perteneciente al gremio de la alimentación (Sindicato de Trabajadores de Industrias de la Alimentación (STIA), tiene una Comisión Interna que durante los últimos 15 años ha estado en disputa entre la lista oficialista del STIA (la Verde) y distintas alianzas de oposición, con presencia de la lista Bordó, principal agrupamiento opositor en el gremio y protagonista de conflictos emblemáticos del período como el de Kraft en 2009 y Pepsico en 20175. En el momento del trabajo de campo, la lista Bordó dirigía la Comisión Interna de la planta fabril. Estos tres organismos sindicales remiten, ideológica y políticamente, al campo de la centro-izquierda e izquierda: la dirección de la AGTSyP en manos de la lista Roja y Negra tiene como principales referentes a Roberto “Beto” Pianelli y Néstor Segovia, quienes han participado activamente en la vida interna del Frente de Todos, Pianelli desde el espacio de Nuevo Encuentro y Segovia desde la agrupación MILES. Las direcciones sindicales de Madygraf y Mondelez Victoria, están ligadas, a su vez, a agrupamientos que participan activamente de la vida interna del Frente de Izquierda, como la lista Bordó conformada por militantes del PTS e independientes. Este elemento resulta importante porque dichos sectores ideológico-políticos (heterogéneos en sus posiciones) son los que, a su vez, han sido parte activa de la nueva ola feminista desde el #Niunamenos hasta la lucha por la legalización del aborto, integrando no sólo las instancias de organización y movilización, sino también los debates sobre los derechos de las mujeres. En este sentido, la pregunta por el modo en que el movimiento de mujeres impactó en estas estructuras laborales es también la pregunta por las tensiones que genera la nueva ola feminista en estas organizaciones sindicales.

A partir de estas decisiones llevamos a cabo el trabajo de campo entre 2016 y 2018, basado en la aplicación de la encuesta obrera a una muestra de 250 trabajadores, la cual respetó la proporción de varones y mujeres en cada una de las tres estructuras6. He aquí un elemento importante que se verá reflejado en los artículos: en los tres casos, las mujeres constituyen una minoría que no llega al 30% de la población trabajadora y, en dos de ellos, fueron incorporadas hace un tiempo relativamente corto. La encuesta consta de seis bloques sobre distintos aspectos que hacen a la vida de les trabajadores tanto dentro como fuera del lugar de trabajo (datos sociodemográficos; ocupación; demandas, luchas y conflictos; organización sindical; organización en el lugar de trabajo; y actividades sociales y preguntas de opinión). En cada uno de los bloques se realizaron preguntas específicas dirigidas a relevar percepciones y prácticas relacionadas con las desigualdades sufridas por las mujeres trabajadoras en el ámbito de la producción, el de la militancia sindical y el de la reproducción social. Las encuestas se combinaron con una serie de entrevistas a activistas y delegados sindicales7, llevadas a cabo antes, durante y después de la realización de la encuesta (30 entrevistas en total). De este trabajo de campo participaron, además de los miembros del Colectivo de Investigación de las Trabajadoras y los Trabajadores en la Argentina actual (CITTA), estudiantes del seminario de investigación “Los trabajadores en la Argentina actual” de la carrera de Sociología de la Universidad de Buenos Aires. El proyecto fue financiado por el PIP 11220150100367 “Los trabajadores en la Argentina actual. Encuesta Obrera 10 años después” y el UBACyT 20020170200327BA “Revitalización sindical y experiencias de género de delegadas y activistas mujeres en el sector industrial: fábrica, hogar y militancia sindical en el norte del Gran Buenos Aires”.

Producto de este trabajo son los artículos que aquí presentamos. El primer capítulo, “Un trabajo que cuesta más y vale menos. Vivencias y percepciones sobre la desigualdad de género en el lugar de trabajo” (Varela, Lazcano Simoniello y Pandolfo Greco), aborda las formas en que son vivenciadas las desigualdades de género en el lugar de trabajo y se pregunta: ¿son percibidas como situaciones de desigualdad? ¿se configuran como injustas? ¿a qué se atribuye la “injusticia”? A partir de allí analiza la persistencia de la división sexual del trabajo, el sistema de reconocimientos y desconocimientos de las calificaciones, y cómo esto se articula o desarticula en el discurso de las organizaciones sindicales. En el capítulo 2, “Trabajadoras militantes: tensiones entre género, organización sindical y reproducción social” (Varela, Lazcano Simoniello y Pandolfo Greco), la mirada está centrada en las formas específicas que adquiere la militancia de las mujeres en el lugar de trabajo, atendiendo no sólo a las prácticas concretas sino al modo en que éstas son percibidas. En ese marco, analiza las contradicciones entre las percepciones de participación igualitaria y las dificultades que las mujeres encuentran para la militancia, prestando especial atención al modo oblicuo en que aparece la relación entre militancia y trabajo de reproducción social. El capítulo 3, “La militancia de la clase trabajadora en un contexto de ascenso del movimiento de mujeres: espacios, percepciones y prácticas” (Cambiasso, Yantorno, Posse, Loustaunau y González Vilas), se aboca al análisis de la práctica militante de les trabajadores de las tres estructuras laborales a partir de los espacios en que ésta se desarrolla y los motivos que orientan los reclamos. En esta indagación, la noción de “compromiso militante” permite observar el modo en que el movimiento de mujeres se ha transformado en una vía de entrada a la vida política de un sector significativo de mujeres trabajadoras. Esta interpelación del movimiento de mujeres contrasta con ciertos rasgos de hostilidad que todavía presenta la militancia en el lugar de trabajo para las mujeres. Los capítulos 4 y 5 están dedicados al análisis de las tensiones entre producción, reproducción y militancia en Madygraf, en tanto fábrica bajo gestión obrera. En “La Comisión de Mujeres de Madygraf: organización, género y militancia en una fábrica gráfica recuperada” (Cambiasso, Nogueira y Calderaro), se centran en la Comisión de Mujeres como organismo autónomo y democrático (dentro del colectivo fabril) y su importancia en el proceso de politización de las trabajadoras, operando el pasaje de “acompañantes” a “compañeras” de la lucha obrera. En este proceso, observan el modo en que las demandas específicas de género se configuran como demandas de clase adoptadas, no sin disputas políticas, por el conjunto de les trabajadores. “Reproducción social en la gráfica recuperada Madygraf. El hogar, la fábrica y la lucha” (Nogueira, Salazar y Calderado), pone la lupa en las reconfiguraciones del trabajo de reproducción social en el marco de la experiencia de lucha y de trabajo en Madygraf y de la Comisión de Mujeres en dicho proceso. Las autoras observan una dinámica en tres movimientos: la visibilización del trabajo de reproducción como problema colectivo de las mujeres y obstáculo para su militancia; los impactos de la lucha obrera en el ámbito doméstico reforzando el carácter político de la reproducción social; y la imbricación del trabajo de reproducción en el ámbito fabril como propuesta conciente (a partir de la creación de la juegoteca) de poner de pie un espacio de reproducción en la producción.

Para cerrar esta introducción, queremos agradecer a las y los delegados sindicales que nos abrieron las puertas de sus organizaciones para poder llevar a cabo el trabajo de investigación8 y, fundamentalmente, a cada uno de las y los trabajadores que aceptaron realizar la encuesta y se sentaron a conversar con nosotres, disponiendo de su tiempo y su cordialidad. Esperamos que este primer libro de la serie Género y trabajo sea un aporte a la reflexión y, particularmente, a la organización y la lucha por las conquistas del conjunto de les trabajadores.

Buenos Aires, diciembre 2020

Notas

1Si bien pueden encontrarse acepciones más amplias de “reproducción social”, como aquellas que refieren a la reproducción del capitalismo como un todo, tomamos aquí una acepción estrecha del término, tal como lo define Lise Vogel (2013) y es retomada por autoras como Bhattacharya, Arruzza y Ferguson, véase Arruzza y Bhattacharya, 2020 y Ferguson, 2020. Nos referimos específicamente “al proceso de creación y reproducción de la fuerza de trabajo, sin el cual la reproducción de la sociedad capitalista como un todo se vuelve imposible. Esta noción de Reproducción Social en términos de reproducción generacional de la fuerza de trabajo envuelve dos aspectos. El primero, la reproducción biológica dependiente de las mujeres y los cuerpos gestantes a través del parto. El segundo, toda la serie de trabajos necesarios para que esa fuerza de trabajo llegue al “punto de la producción”, los cuales van desde las llamadas tareas del cuidado, el trabajo doméstico (cocinar, limpiar, hacer las compras, etc.) y también el trabajo que se lleva a cabo por fuera del ámbito doméstico (sistema de educación, de salud, de cuidado de adultos mayores, etc.)” (Varela, 2019a: 9).

2Para un racconto detallado de las investigaciones recientes en Argentina en el campo de la sociología, véase Cambiasso y Yantorno, 2020 y Arriaga y Medina, 2018. Para una mirada desde la historia social, véase Andújar y D`Antonio, 2020.

3Para un análisis del proceso en el subterráneo véase Rosal (2007), Colectivo Encuesta Obrera (2007), Ventrici, Vocos y Compañez (2012), Cresto (2010).

4Para un análisis del proceso en Madygraf, véase Varela, 2016; Cambiasso, Longo y Tonani 2016 y 2017; Arruzza y Varela, 2019.

5Para un análisis del sector durante los años noventa, véase Kandel (2003); para un análisis durante los últimos años, véase Cambiasso (2015).

6Al momento de realizar la encuesta, en el Subte, de un total de 3662 trabajadores, 777 eran mujeres, lo que constituye un 21%, nuestra muestra fue de 178 encuestados, de los cuales 135 eran varones y 43 mujeres, lo que constituye un 24%. En Madygraf, de un total de 154 trabajadores, 35 eran mujeres, es decir el 23%; nuestra muestra fue de 32 encuestados, de los cuales 23 eran varones y 9 mujeres, lo que constituye un 28%. En Mondelez, de un total de 930, 123 eran mujeres, es decir el 13%, nuestra muestra fue de 40 encuestados, de los cuales 34 eran varones y 6 mujeres, lo que constituye un 15%.

7Las entrevistas vienen realizándose desde 2014 hasta la actualidad (2020) en el marco de distintos proyectos del equipo de investigación.

8Agradecemos a la Comisión Directiva de la AGTSYP, particularmente a Virginia Bouvet por habernos ayudado a organizar la realización de la encuesta en el subterráneo, así como también por las entrevistas otorgadas en la sede del sindicato. Agradecemos también la enorme disposición de les delegades sindicales de cada línea que nos ayudaron a contactar a les trabajadores y estuvieron siempre atentos a nuestras consultas. En el caso de la Cooperativa Gráfica Madygraf, agradecemos a la gestión obrera no sólo por habernos habilitado la realización de las encuestas, sino por mostrarnos y explicarnos el proceso de trabajo y haber permitido que pasáramos largas horas en las instalaciones de la fábrica. Un agradecimiento especial a la Comisión de Mujeres, particularmente a María de los Ángeles Plett, por recibirnos con tanta amabilidad. En el caso de la fábrica Mondelez Victoria, agradecemos a los miembros de la ComisiónInterna fabril, particularmente Gabriel, Maxi, Tere y Luis por habernos recibido y contactado a las y los trabajadores a quienes realizamos la encuesta en las inmediaciones de la fábrica.