Reflexiones sobre la relación entre cooperativismo y agronegocio en la región del Gran Chaco Argentino / José Martín Bageneta

La dinámica organizacional y el tipo de estrategias de desarrollo local adoptadas por dos entidades cooperativas agropecuarias de la región marginada del Gran Chaco Argentino (GChA) se han visto influenciadas ante las transformaciones que implica el agronegocio. Al respecto, la hipótesis inicial es que los modelos empresariales adoptados y promocionados por estos sujetos sociales, ante las modificaciones territoriales, acentúan la distancia en las relaciones entre estas organizaciones y sus socios, debilitando el anclaje territorial original de las mismas.

Las cooperativas agropecuarias como actores sociales significativos en función de la representación colectiva de intereses específicos están involucradas con proyectos que, según el grado de conciencia y organización que alcanzan (económico corporativo, sectorial o político), disputan y/o dialogan con el Estado y con otras organizaciones del espacio social (Gramsci, 1980; Bleger y Vuotto, 2005). El cooperativismo como parte del entramado social regional, da cuenta de las distintas realidades de sus comunidades y, en este sentido, es una ventana para estudiar los procesos de dimensiones regionales-territoriales (Lattuada, 2006). Desde esta perspectiva se conciben como un campo organizacional, es decir una arena de conflicto, así como de cooperación, que connota la existencia de una comunidad de organizaciones que participa de un sistema de sentido común y cuyos participantes interactúan más frecuentemente y fielmente entre sí que con los actores fuera del campo (Scott, 2005).

Según sus objetivos y características, estas organizaciones posibilitan que el capital social que conforman redunde en beneficios para sus comunidades, representando una condición para el desarrollo económico territorial (Gertler, 2001; Majee y Hoyt, 2011; Lattuada, 2014). En esa misma dirección se sostiene que las cooperativas son potenciales y eficaces promotoras para activar una comunidad y solucionar sus problemas (Prévost, 1996).

En el plano de los estudios históricos y sociales sobre el cooperativismo argentino existen numerosos aportes relevantes sobre la evolución general de este sector y sus características (Cracogna,1968; Girbal-Blacha, 2001; Lattuada y Renold, 2004; Lattuada, 2006; Obschatko et al., 2011). Coinciden en señalar el auge cooperativista hacia mediados del siglo XX y su posterior y progresiva crisis hacia los años 90. Las reformas económicas -desregulación y descentralización- implementadas a comienzos de la década de 1990, implican serias dificultades para estas asociaciones y su base social. Hay una significativa reducción del número de entidades, entre 1991 y 2010, con la desaparición de 416 cooperativas agropecuarias en el país. De ellas, 83 están localizadas en la región del GChA y en su mayoría dedicadas a la producción de algodón durante la primera mitad del siglo XX (INAES, 2013).

Por otra parte, se debe destacar la contribución de los análisis históricos relativos a la economía social y el cooperativismo agropecuario (Girbal-Blacha, 2001; Olivera, 2008; Mateo, 2012) que aportan a la comprensión del devenir de éstas asociaciones. Asimismo, el estudio de casos cooperativos en distintos territorios -la región pampeana centralmente- permite considerar las diversas relaciones con otros actores locales y las transformaciones en el plano organizacional (Mateo, 2012; Carricart et al., 2010). Se presentan además contribuciones para entender el sector en sus vínculos con el Estado y desde la óptica de su auto-representación (Obschatko et al., 2011). De manera específica, en el caso de la provincia del Chaco, existen trabajos que intentan conocer la centralidad del asociativismo en la región, aunque sin abocarse a las transformaciones ocurridas en el período reciente (Miranda, 1984; Beck, 2003; Moglia, 2014).

La relación compleja entre la etapa de hegemonía del agronegocio -en el modelo económico nacional- y el actor social cooperativo, es motivo de análisis y del uso de categorías como empresarialización y formas gerenciales (Lattuada, 2006; Carricart, 2012; Bageneta, 2018). Estos abordajes revelan un común esfuerzo de interpretación sobre relaciones de nuevo cuño entre el modelo productivo hegemónico y este actor social (Giarracca y Teubal, 2009; Gras y Hernández, 2013).

De los estudios precedentes se desprende la importancia de profundizar en la relación entre el cooperativismo agrario y el modelo del agronegocio, en particular en la región marginada del GChA. Ello se debe a que son escasas las investigaciones sobre la temática que se focalicen en el campo de las organizaciones interdependientes que operan en una arena específica funcional y en el vínculo aquí propuesto (Sili, 2013; Bageneta, 2015; Venturini, 2015; Bageneta, 2018).

A la luz de las transformaciones actuales, el GChA es un territorio que se constituye históricamente tras las dinámicas del capital que articula el espacio y configura una particular territorialización dependiente del proyecto de desarrollo nacional hegemónico de la oligarquía pampeana (Bruniard, 1978; Giberti, 1984; Maeder, 1996; Alen, 1996; Girbal-Blacha, 1998; Miranda, 2005; Bolsi, 2008; Tissera, 2008; Slutzky, 2014).

En los años 90, el proyecto neoliberal se implementa a partir de la liberalización de la economía e implementación de políticas que establecen límites para la supervivencia de ésta economía regional (Sidicaro, 2006; Rofman, 2013). La variación de la producción se asocia al movimiento de los precios internacionales, sin regulación ni mediación nacional, como parte de un proceso cíclico reiterado desde los años 60. La tendencia no expresa un abandono del algodón, aunque este pierde su gravitación -central hasta allí-, sino un impulso de lógicas productivas que asumen la necesidad de mayores superficies para mantener márgenes de ganancia ante la primacía del agronegocio, sin que la situación se traduzca en una mejor calidad de vida para los productores.

Se instituyen entonces los rasgos del modelo de producción del agronegocio, que se amplía a fines de la década hacia la región del GChA (Barsky y Gelman, 2001; Lattuada y Neiman, 2005; Brodersohn, et al. 2009). Sus características primordiales son la gran innovación tecnológica (biotecnología, maquinaria de alta productividad, siembra directa, herbicidas especiales, etc.), la inserción del sector financiero (siendo los mercados a futuro un emergente de dicha relación), actores productivos emergentes (pools de siembra que en su mayoría no son propietarios de las tierras que producen y se vinculan con el sector financiero), disponibilidad de sujetos productivos y sociales previos (productores, contratistas y la agroindustria que se fortalece como parte del modelo). En un contexto en que el Estado da el “visto bueno” a la instauración de este modelo productivo que desplaza al modo de territorialización anterior y tiende, por lo tanto, a la transformación del agricultor como sujeto social (Lattuada y Neiman, 2005; Blanco, 2005; Domínguez, 2006;Bolsi, 2008; Girbal-Blacha, 2013;Gras y Hernández, 2013 ;Martínez Dougnac, 2013). Estos cambios en el mundo rural, tienen su correlato en la crisis y transformación del actor social cooperativo.

Ante este proceso de transformación regional y en el marco del entramado socioproductivo se plantean como pregunta-problemas centrales del proyecto de investigación: ¿Cuáles son las acciones, reacciones y estrategias adoptadas por las cooperativas agropecuarias frente a los cambios? y, ante la crisis que se evidenció en la desaparición, reducción y endeudamiento de numerosas entidades ¿Qué estrategias organizacionales y qué tipo de alianzas pueden favorecer y estimular su contribución a los procesos de desarrollo local?.